"UNA AFICIÓN DE PELÍCULA"
No puedo disimular la
profunda admiración que siento por nuestros fundadores, ya fueran
montañeros o esquiadores. En muchos casos coincidían
en la misma persona las dos aficiones y, desde luego, aquellos
esquiadores tenían que ser indudablemente, también montañeros. Aparte de ser unos
auténticos atletas está claro que tenían que ser unos apasionados
de nuestros deportes para practicarlos en las condiciones en las que
lo hacían.
Voy a poner un énfasis
especial en la vida de los esquiadores con la seguridad de que ninguno
de aquellos esforzados quedará al margen de este relato.
Una de las características
que más me llama la atención era su UTOPÍA. Consideraban que con
poca ayuda Galicia y Trevinca podrían tratarse de igual a igual con
otras regiones montañosas de España. Y no es que se tratase de
gente no viajada. Muchos de ellos habían esquiado en otras partes de
España y el extranjero.
Soñaban con trenes blancos de esquiadores. Soñaban con jóvenes valdeorreses aprendiendo a esquiar para desplazarse por los pueblos y más tarde convertirse en profesores de esquí. Aseguraban que Tropas de Montaña se establecerían en Trevinca y, con todo ello, llegaría la riqueza y el progreso para una zona tan desfavorecida.
Soñaban con trenes blancos de esquiadores. Soñaban con jóvenes valdeorreses aprendiendo a esquiar para desplazarse por los pueblos y más tarde convertirse en profesores de esquí. Aseguraban que Tropas de Montaña se establecerían en Trevinca y, con todo ello, llegaría la riqueza y el progreso para una zona tan desfavorecida.
Es cierto que el esfuerzo
que ocasionaba la práctica del esquí era denominador común, en
aquel momento, en todos los macizos españoles.
Largos viajes hasta las zonas nevadas, penosos desplazamientos con todo el equipo a cuestas hasta lo que ellos llamaban “pistas”. Pisar la superficie nevada de las laderas con los esquíes previamente antes de deslizarse por ellas para que estuvieran medianamente aceptables…. ¿Y todo para qué? Para comprobar lo rápido que se baja y lo mucho que cuesta subir.
Largos viajes hasta las zonas nevadas, penosos desplazamientos con todo el equipo a cuestas hasta lo que ellos llamaban “pistas”. Pisar la superficie nevada de las laderas con los esquíes previamente antes de deslizarse por ellas para que estuvieran medianamente aceptables…. ¿Y todo para qué? Para comprobar lo rápido que se baja y lo mucho que cuesta subir.
Como digo, esto era el
denominador común dondequiera que se esquiara. Hay que tener en
cuenta que la cosa más parecida a un telesquí se instaló en España
en la estación de La Molina en el año 1943 . En Navacerrada
aparecería el primero a finales de 1945. Cualquier esquiador medio
puede hoy esquiar en unas horas más que aquellos paladines en un par
de temporadas. Sin embargo, hay dos
factores que con toda seguridad hicieron que la práctica del esquí
en Galicia fuese en aquellos momentos diferente al resto de España y
no precisamente para eliminar o, al menos, paliar sus dificultades.
Existían entonces socios con “posibles” a los que nos referiremos más adelante que disponían de vehículo propio, los demás una vez llegados a El Barco , casi siempre por tren, habrían de desplazarse a las minas en camiones. Este medio de transporte aunque parezca mentira era el preferido. Los camiones obviamente eran abiertos y su velocidad era escasa, debido a la estrechez de la carretera y los inconvenientes de la nieve. Se consideraba como una ventaja el poder tirarse en marcha ante la eventualidad de una salida de la carretera.
Aunque más adelante se
pormenorizará cada uno, debemos adelantar que nos estamos refiriendo
a: por una parte, la convivencia con los mineros que en aquellos
momentos explotaban las minas de wólfram en la zona y, por otra parte,
la no menos complicada actividad deportiva en medio de la presencia
de la guerrilla antifranquista y sus enfrentamientos armados con la
Guardia Civil.
¿Y los esquíes, de
dónde sacaban los esquíes? Nunca supe a ciencia cierta su
procedencia. Los pioneros vigueses reconocen que los suyos los
habían fabricado ellos mismos excepto un par que procedían del
Ejército y vaya Vd. a saber cómo habían llegado a sus manos.
FIGURANTES A LA FUERZA
Curiosamente en las fechas
que esto se escribe se estrena en las pantallas cinematográficas la
película “Lobos sucios”. Relata con una historia
ficticia la actividad minera en las Minas de Valborrás. Esta
película no creo que tenga gran audiencia entre los aficionados al
cine comercial. Excepción hecha de los interesados en el cine local, público aficionado a los temas relacionados con la segunda guerra
mundial, gente de Valdeorras o curiosos del wólfram.
Podría extenderme relatando la trascendencia de esta minería, relatos de espionaje, cambio de manos de la propiedad de las minas entre potencias vencedoras y vencidas e incluso e inevitable, el uso de las minas como campo de trabajo para los vencidos en la contienda civil española.
Podría extenderme relatando la trascendencia de esta minería, relatos de espionaje, cambio de manos de la propiedad de las minas entre potencias vencedoras y vencidas e incluso e inevitable, el uso de las minas como campo de trabajo para los vencidos en la contienda civil española.
Solo resaltar que dicho
mineral era vital para la fabricación del blindaje de las máquinas
de guerra y por consiguiente muy apreciado por ambos bandos. En las
minas de la zona llegaron a trabajar hasta 2.000 personas en una
especie de "Far-West". Mujeres, niños, todos los brazos eran bien
recibidos. Las cifras que se cobraban eran astronómicas para la
época y como consecuencia el gasto, el juego y el despilfarro era
común.
Habitaban en barracones
que todavía persisten y prácticamente no conocían otro mundo ya
que las salidas al exterior eran muy deficientes.
Pues bien, en este enclave se encontraba lo que podríamos llamar
campamento base para las operaciones de nuestros héroes. Ya fuesen
montañeros o, más numerosos, esquiadores.
Para entonces la semilla
lanzada por Gonzalo había germinado y los deportistas eran muchos
más de lo que podría esperarse.
Estamos refiriéndonos a
los momentos previos a la construcción del refugio de Fonte da Cova.
Existían entonces socios con “posibles” a los que nos referiremos más adelante que disponían de vehículo propio, los demás una vez llegados a El Barco , casi siempre por tren, habrían de desplazarse a las minas en camiones. Este medio de transporte aunque parezca mentira era el preferido. Los camiones obviamente eran abiertos y su velocidad era escasa, debido a la estrechez de la carretera y los inconvenientes de la nieve. Se consideraba como una ventaja el poder tirarse en marcha ante la eventualidad de una salida de la carretera.
Nos encontramos en el año
1945 y el fin de la guerra está próximo. La necesidad de encontrar
alojamiento para el cada vez mayor número de esquiadores rebasa las
posibilidades de los pueblos cercanos, Casaio, Lardeira e incluso
Viana do Bolo.
Merced a las excelentes
relaciones de Gonzalo Gurriarán y, más tarde, a los nuevos miembros
vigueses se consigue que la dirección de Minas de Valborrás ceda a
"Peña Trevinca" la mitad de un barracón que estaba destinado a
economato -en el lugar llamado “A Rabiceira”- amén de que
ocasionalmente también se cediera el uso del chalet de la dirección
de la mina, en el caso de visitantes distinguidos que también los
había entre los esquiadores.
De este modo, nuestros
fundadores fueron testigos del final de la fiebre del oro
valdeorresa. Pero las minas todavía prestaron un último servicio:
materiales y enseres de aquel alojamiento provisional acabaron
formando parte del nuevo refugio de Fonte da Cova.
ENTRE DOS FUEGOS
El otro factor diferencial se refiere a la convivencia
temporal de nuestros deportistas con los “fuxidos”, grupos de
resistentes antifranquistas que se ocultaban en los montes próximos
a la zona y que circunstancialmente bajaban hasta las aldeas y allí
adoctrinaban a los paisanos. Todo el mundo los conocía y algunos de
ellos convivían a diario con los vecinos.
La importancia de la zona
la demuestra el hecho de que el último congreso de la Federación de
Guerrillas León–Galicia se celebrase en los montes de Casaio en
el año 1946.
No es difícil imaginar
que en estas circunstancias la actividad deportiva en ocasiones fuera
complicada. Por citar un par de casos nos referiremos a tiroteos y
escaramuzas en los barracones en donde se alojaban mineros y
montañeros. Hubo también secuestros con solicitud de rescate. En
un ambiente así más de uno renunció a la práctica del deporte
hasta que la situación se normalizó, circunstancia que tardó
bastante tiempo. También presenciaron entregas voluntarias a la
guardia civil de gente que no soportaba más la situación.
Como colofón y como
detalle que podría parecer jocoso diremos que el refugio, tanto
tiempo anhelado, no fue inaugurado por nuestra gente sino por la
Guardia Civil. Aunque
no estaba más que cerrado y techado, la Benemérita consideró que
era un lugar muy adecuado, pese a su estado, para utilizarlo como
centro de operaciones para hostigar a los
“fuxidos” y así lo tomaron prestado sin previo aviso. Parece
que no fue fácil el que lo abandonaran.
Fdo. Antonio Graña Molares
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