6ª Entrega (1ª Parte) "TREVINCA, setenta años en la cumbre"

"LO QUE UNE TAMBIÉN PUEDE DESUNIR"
(1ªParte)
 

Antonio Villaverde Martínez sabía que poseía un tesoro y de modo alguno quería que el olvido, el desinterés o simplemente la ignorancia acabaran con él. Por eso, allá por los principios de este siglo, poco antes de su muerte consideró una obligación el entregar, que no devolverlo a los que consideraba sus legítimos dueños, es decir los miembros de "Peña Trevinca".
Alberto Canle Campuzano, por entonces Presidente de nuestra Sociedad y uno de los artífices de la extraordinaria expansión de Trevinca, fue el afortunado receptor. A Canle le debemos el que este legado haya llegado hasta nosotros. Aceptó y entendió la encomienda que había llegado a sus manos y con gran cariño lo clasificó y conservó. Tristemente no podemos decir lo mismo de otros archivos de nuestra historia que por una u otra razón desparecieron o se echaron a perder en los traslados de las sedes de la calle San Vicente a Príncipe y de ésta a la actual de Brasil.






El legado consistía en un par de centenares de cartas cruzadas entre el mismo Antonio Villaverde y Gonzalo Gurriarán.















El milagro del papel carbón permitió que, a falta de
fotocopiadoras, tengamos la oportunidad de leer las copias ya amarillentas de las que él enviaba a Gonzalo. De las que Gonzalo remitía se conservan los originales.







De la actividad e ideario de los fundadores de Vigo no se conserva referencia escrita alguna. Existen eso sí otros testimonios. Yo mismo caminé no pocas veces con Natalio Abad, siempre dispuesto a contar las anécdotas de la gestación del club incluso sin que te interesaras por ellas. De alguna forma había que pasar las interminables noches en una palloza en los Ancares o bajo una permeable tienda. Era yo por entonces un primerizo veinteañero, hablamos de finales de los años 50 y primeros 60 del siglo pasado. De su hija Olguita y de su yerno Tista recibí cumplida y amplia información verbal y fotográfica y noticias de sus aventuras en la época de os “fillos do sol”, incluso tuve la fortuna de admirar los restos de una de las canoas con la que estos adelantados se paseaban por el estuario del Lagares.
 
Cuando ingresé en el club solo hacía 15 años que se había fundado y pululaban por sus salones además del citado Natalio el inefable Barbosa todo un artista que, en compañía de su encantadora esposa Lupe nos deleitaban en las noches de acampada con sus voces y su guitarra. Muy pocas veces coincidí con los hermanos Villaverde excepto en alguna acampada. De los demás fundadores poco o nada recuerdo.

Pero en aquellos momentos además del día a día del club se respiraban los ecos de la gestación de "Peña Trevinca". Allí me encontraba con Carlos Posada, Ángel Villaverde y Amador de Prado entre otros. El primero era entonces Vicepresidente de todas las Trevincas y Delegado de Vigo. Auténtico nexo de unión entre los fundadores de El Barco y la nueva gente de Vigo. A todos ellos les debo los recuerdos que de forma inexplicable se han ido depositando en mi memoria y que vuelvo a revivir cuando escribo estas líneas.

Finalmente en el año 2009 con motivo de la publicación de las "Paxinas Históricas" del club tuve la oportunidad de entrevistar a José Villaverde pocos años antes de su muerte. He vuelto a escuchar la grabación poco antes de comenzar este trabajo y a la memoria me viene la lucidez de su relato de los días previos y los dos primeros años de "Peña Trevinca".
Toda esa información y haber conocido a Ricardo Gurriarán y su obra me han hecho replantear la opinión acerca de los dos primeros años de vida de Trevinca. Conocer nuevos sucesos para mí desconocidos me han aportado nueva luz y ayudado a comprender otros que conocía y que hasta ahora me resultaban inexplicables. A Ricardo y muy especialmente a la lectura de su libro le debo el tener una información, creo que, completa y veraz del porqué del divorcio entre los fundadores de Vigo y el Barco.
Es indudable que Ricardo posee una cumplida información sobre todo lo acaecido los primeros años, tiene razones para ello y por su gran elegancia se ha limitado a relatar la más dulce de las versiones. Tampoco es cosa de despertar a los fantasmas.
 
Tenían mucho en común cuando se conocieron y decidieron acometer su proyecto de una Sociedad de Montañeros. Conforme se iban conociendo mejor la sintonía entre ambos grupos aumentaba, especialmente entre los que se podría considerar como portavoces, es decir, Gonzalo Gurriarán por El Barco y Antonio Villaverde por Vigo.
Como muestra de esta sintonía a continuación reseñamos dos párrafos extraídos de otros tantos cruzados entre ambos en Octubre y Noviembre de 1944. Gonzalo dice a Antonio: “Cada vez estoy más entusiasmado de la maravillosa marcha de nuestras cosas, marcha estupenda a pesar de la apatía e ignorancia de los que nos rodean hasta muy de cerca; sigo yo haciendo absolutamente todo y solo con el consuelo de lo bien que se desliza el asunto y de tu colaboración verdaderaramente entusiasta y eficaz”.
Antonio contesta: “Mucho siento el tiempo perdido con nuestros deportes y no haber dado contigo unos cuantos años antes, pues no hubieran ocurrido muchas cosas que no debieron existir, y estoy seguro que patrocinados por ti , los deportes de montaña en Galicia hubieran salido de su letargo inmediatamente”.
 
Sin embargo discrepaban acerca de los medios que deberían de utilizar tanto para la creación de la Sociedad como para reconocer los méritos que habrían de poseer los que finalmente se convirtieran en sus socios. Aunque esto era evidente desde el minuto uno, tanto los fundadores de Valdeorras como los de Vigo prefirieron aparcar sus diferencias suponiendo que estas desaparecerían a través de la relación o sometidos a la evidencia de que un grupo elitista y corto de afiliación carecía de futuro.
Pese a todo había algo común en unos y otros. Esto no era otra cosa que la posibilidad de contar con un refugio propio.
Muy pronto se comenzó a hablar del proyecto. En la mente de Gonzalo Gurriarán. y los suyos no había algo más importante en lo que pensar para un futuro razonablemente próximo. Aunque las montañas estaban allí y tanto sus hogares como otros lugares de pernocta eran próximos, ninguna sociedad de estas características tenía una razón de ser sin un refugio en el que hacer base para alcanzar las cumbres y, muy especialmente, para la práctica del esquí. Y así se le vendió a los de Vigo.
Cuando el tiempo pasa y todo va tomando forma y el sueño puede hacerse realidad merced a que la Federación está decidida a construir un refugio en Galicia, resulta que nuestro proyecto tiene competencia. Nada más ni nada menos que por parte de los compañeros del Celta. Para más inri, dirían los de Vigo que un refugio en el monte Aloia. Antonio Villaverde en una carta que como tantas otras dirige a Gonzalo y se conserva en el archivo del club le dice al respecto: “Es una pena, pues en este monte tal proyecto que creo nunca llegue a tal fin, está preparado para el turismo y sería una nota curiosa ver a unos señores montañeros mezclados con rosquillas, bandas y gaitas del país, amén de una multitud romera en los tres días de fiestas que se celebran todos los años en este lugar”. Pese a todo dicho refugio se construyó rematándose en 1946 y como anécdota se dice que Trevinca contribuyó a su construcción con 50 pts.
El primer problema surge en relación al emplazamiento del refugio. Aunque en Vigo cae muy mal la competencia, había pocos fondos y resultaba insólito que la Federación pudiese financiar dos refugios en Galicia, lo cierto es que el proyecto de Trevinca parece que va para adelante pese a la oposición del Celta y de la prensa local que apoyaba unánimemente el Aloia. Incluso entre nuestros fundadores los había que ponían una vela a cada uno.
La ubicación del refugio estaba prácticamente decidida desde tiempo atrás. Pero Gonzalo deseaba que la gente de Vigo diera su visto bueno, así que como se relata en la Circular para los socios nº1 de Septiembre de 1944, en el mes de Agosto de dicho año se reúnen seis vigueses, Antonio y José Villaverde, Navarro, Natalio Abad, Cameselle y Pérez Izaguirre junto con Antonio Fariñas de León, Manolo Alvarez, Antonio LLordén, Julián Gurriarán y Gonzalo Gurriarán de El Barco. Todos juntos recorren la sierra. La unanimidad fue total y el lugar no fue otro que el Xencianal, por su orientación y proximidad a pistas y cumbres.

Como era lógico los fondos de la Federación no deberían de llegar para la construcción por lo que Gonzalo se dirige a todos los Ayuntamientos de la zona recabando y obteniendo ayudas de algunos. Más adelante, merced a sus contactos y nuevos socios llegaron ayudas de Diputaciones y Ayuntamientos más alejados. La contribución económica de los fundadores vigueses fue escasa y sus contactos y nuevos socios poco podían aportar aunque a través de los años la exigua cuota social sirvió como nodriza para el mantenimiento del refugio.
El presupuesto inicial fue de 75.000 pts. Sin embargo, el cierre de la mina de Vilanova trajo consigo el abandono de la pista de acceso y como consecuencia la mayor dificultad para el acarreo de los materiales de construcción hasta el emplazamiento del Xencianal. El consabido aumento del presupuesto hizo la obra inasumible.
 
 
Como resultado se tomó la decisión de buscar un emplazamiento de más fácil acceso y se escogió la zona de Fonte da Cova. El grupo de Vigo se sintió manifiestamente molesto. La suerte estaba echada y no había alternativa de modo que Gonzalo intentó convencerlos y convencerse que la nueva ubicación tenía otras ventajas, entre ellas, permitiría que los esquiadores pudieran acercarse al refugio y pistas de esquí los fines de semana cosa que en el Xencianal no era posible.  
 
Fdo. Antonio Graña Molares

 
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